La memoria y la imaginación son extrañas. Así que mi último gran formato sobre lienzo tomó forma a partir del recuerdo de un profundo estanque lleno de agua en el cual pescaba de pequeño. Quería representar, en aguas oscuras, los reflejos de las rocas, el follaje y antes que nada los del cielo. Una vez colocadas, estas reflexiones celestes prevalecieron sobre el primer proyecto, inundándose con la brillantez de una luz marina contemplada el día anterior. La imagen antigua fue cubierta, mentalmente y después físicamente, por el fresco recuerdo del último, dejando brillar la primera composición.
También pasa que, dependiendo de la inclinación de la herramienta o del momento, el dibujo cambia. Así que, esta mujer lleva una abubilla y un pico, o estas piedras toman curvas humanas. Saltos idénticos me llevan a diferentes registros estilísticos, a veces en un mismo día. Si hay una cosa que los une, es la textura. Este es el caso de los trabajos sobre tela, donde las superficies se tejen y a menudo se tratan mediante superposiciones de esmalte, pero esto es todavía más evidente sobre papel. Su impresión depende de la densidad de la pintura colocada, de la calidad del apoyo y de la orientación o fuerza del gesto. Después nacen enjambres, nubes, fondos de aspecto natural, que pueden jugar en contrapunto a un dibujo simplificado por, en el mejor de los casos, una armonía definitiva.
Esta búsqueda de la inmediatez me recuerda la exclamación de Germain Bonel*, un hombre cálido y un gran pintor con instinto: ¡Ah…! ¡Haced una obra de arte de un tirón!
También me recuerda al título de un texto que el poeta Max Rouquette* escribió para la presentación de una exposición de su amigo Henri Frère*, concretamente “A mi único deseo”. Lema de la Dama con el Unicornio que me complace hacerla mía.
Sureda, julio de 2022
*Germain Bonel, pintor catalán, 1913-2002
*Max Rouquette, escritor occitano, 1908-2005
*Henri Frère, escultor y pintor, padre de Sébastien, 1908-1986